lunes, 21 de septiembre de 2009

FESTIVAL DE FLAMENCO DE ROMA

Ya hace más de dos años que comencé mi segunda etapa romana. Cuando aparecí por aquí, una de las primeras cosas de las que me tuve que hacer cargo fue el Festival de Flamenco de Roma. Aquello fue todo un soplo de vida para mí, aire fresco, viento del sur, de mi sur, entrando en riada por todos los rincones de mi mundo romano. El cartel era de ensueño. Roma escenario para dejar que las voces más flamencas dijesen con sus quejíos todo lo que mi Andalucía lleva dentro. Cante para despertar los sentidos de la adormentada capital del viejo Imperio...
Y este año he vuelto de nuevo a trabajar en este Festival que para mi es una de las cosas que más me llena de todo lo que hago por aquí. Este año el cartel estaba lleno de grandes artistas y, sobre todo, grandes promesas, y he tenido la suerte de vivir algunos de los momentos con mayor magia que haya jamás vivido en esta ciudad. He visto inundar de lágrimas la sala Santa Cecilia con los cantos de El Cigala, bailar a Fuensanta La Moneta, garra, fuerza, pasión y sentimiento, escuchar el maridaje con el Jazz de la mano de Perico Sambeat, acompañado de Gerardo Núñez, uno de los que hace brotar a borbotones melodías flamencas con su guitarra. Espectáculo. El jueves pisó las tablas de la Sala Petrassi mi paisano "El Pele", y con esa voz privilegiada, cantó gustándose, entregao, arropado por su fiel escudero "Patrocinio hijo y "Niño Seve", la caja del Isra, el chelo de Irene, en su primer concierto flamenco, y los coros celestiales de Sandra y Macarena, dos voces que venidas de Huelva llenaron de compás, gusto y aire de las Marismas el pequeño caparazón inventado por Renzo Piano. Soleá apolá, alegrías, tangos, malagueñas... y Roma a estas alturas entregaita a la fuerza del Flamenco. Esta noche se convirtió sin quererlo en la noche más especial. Sin darme prácticamente cuenta me vi rodeado de flamencos, entre risas y fandangos de Huelva que me sonaban a gloria, viendo al bueno de Luca, el napolitano de Roma loco por las sevillanas, con la sonrisa que llenaba su boca, la sonrisa del que está viviendo un sueño. La noche siguió entre tertulia, cantes al oido, sonrisas y complicidad bajo un cielo que contenía sus ganas de llorar. No se puede pedir más.
El domingo Sevilla llenó la Piazza Navona de Flamenco. Yo miraba y me preguntaba qué tiene que sentir un cantaor o una bailaora en un escenario como ese, lleno de magia, auténtico entre lo auténtico, único. Yo desde la plaza disfruté como un loco al son de la soleá... En Roma quedarán escondidos por los rincones los ecos flamencos de Andalucía. Ahí queda eso...

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