lunes, 28 de abril de 2008

YA ES PRIMAVERA...EN TOSCANA



El fin de semana pasado cumplí con uno de esos sueños que arrastro desde mi juventud y que, por fortuna, se cumplen de la mejor de las maneras posibles. Durante años soñé que el día que me lo pudiese permitir regalaría a mis padres un viaje a algún lugar inolvidable, y yo les acompañaría. Por mil y una historias, este deseo no se había podido realizar pero, aprovechando otra de mis "deudas" pendientes, la de ofrecer por vez primera en mi vida una casa propia a mis padres, decidí que había llegado el momento de regalar a quienes más se lo merecen. El lugar elegido ha sido un viaje por Toscana. La Toscana en primavera. Italia tiene la virtud de esconder entre sus rincones esos sitios que están fuera del tiempo, casi al borde de lo real y lo soñado. La meta del viaje ha sido Lucca, una de las ciudades con mayor encanto de cuantas he conocido hasta ahora en este país y, por ello, se la quería "regalar" a mis padres. Lucca es una joya escondida a la sombra de Florencia, Pisa o Siena, pero a las que nada tiene que envidiar. Calles desiertas por la noche, llenas de rincones, de historia, que dan sensación de atemporalidad, de hacerte sentir que todo lo que ves está ahí para ti. Plazas escondidas que aparecen de repente entre calles laberínticas, cargadas de un aire sereno, tranquilo, aires que emanan en las ciudades del medievo. Esta lugar me recordaba en ciertos momentos a la Bérgamo Alta que tanto me cautivó en mi estancia milanesa. Perdernos por sus calles en el interior de su imponente muralla ha sido un regalo que he disfrutado a través de la sonrisa cómplice de mis padres. Gracias a nuestro coche de alquiler (cuanto te echo en falta, querido Megane) visitamos Pisa y su conjunto monumental llevándome ese momento recogido en las ciento y una fotos que tomaba. Pasa el tiempo y mayor es la necesidad de saborear los momentos, los pocos momentos, que la vida me ofrece de estar con los míos...
El domingo fue aún más especial, pues tuve la ocasión de disfrutar de uno de los pueblos más carismáticos de la Toscana, San Gimignano, y, al mismo tiempo, volver a ver a una de las personas a las que más aprecio de cuantas conozco en este país, mi siempre compañero Luca, que casualmente pasaba en la zona el fin de semana con su novia. Y también para mis padres fue un gusto conocer a esa persona de la que tanto les hablé y que no tuvieron oportunidad de conocer en sus anteriores visitas, pues Luca siempre tuvo la gentileza de cederme su habitación cuando de la visita de mis padres se trataba. Una buena comida toscana a base de pastas y buenas carnes, un buen vino y una buena charla en "itagnolo", hicieron de este día algo especial, inolvidable y, sobre todo, entrañable.
El sol de la Toscana cae al atardecer sobre las colinas manchadas de verde, de muchos verdes, tras la linea de cipreses que señalan el horizonte. Y yo observo con los ojos del que sabe que volverá...Gracias papá, gracias mamá.