sábado, 30 de junio de 2007

SOLEDAD (¿DIVINO TESORO?)


Ayer, definitivamente ayer, fue el día de la despedida de mis tres grandes apoyos en este mes. Podría decir, utilizando términos del atletismo, que durante este tiempo hicieron de liebre para poder lanzarme en esta carrera que tengo por delante. Gracias Javi, me has demostrado que eres un amigo y me alegro de haberte podido conocer de verdad, aunque fuese con seis años de retraso. Cómete Madrid, y todo lo que venga. Gracias Marina, la bondad es algo que no todo el mundo puede tener, y a tí te sobra. Gracias Julia, sólo se que te triunfarás en Madrid, porque tienes toda la fuerza y la inteligencia que hace falta para ello.

Santa María en Trastevere se quedará un poco más sola, huérfana. Pero nadie se va de Roma definitivamente, algo te deja marcado para siempre, algo queda tatuado en trasparente.

El lunes volveré a la Oficina a seguir con la carrera, pero ya estoy sólo, ya sólo me tengo a mi (y la ayuda de mi compañera Ana, la gallega, que creo y confío que estará a mi lado hasta su retirada), ahora toca saber sufrir, saber regular las fuerzas y saber digerir tanto lo bueno como lo malo que esté por venir.

El lunes comenzamos, Roma, anno zero.

TONINO CAROTONE

El jueves pasado Luca y Vito me dijeron que les acompañase a un concierto, en principio para escuchar un concierto de jazz. Cual fue mi sopresa que, cuando llegamos a La Palma Club (sitio a tener muy en cuenta para esta estancia en Roma), el concierto programado para esa noche era nada más y nada menos que... ¡Tonino Carotone!.
Fue una pena que el público no respondiese (aquí, como fue el puente de San Pedro y San Pablo, todos los romanos se han tirado a conquistar las playas del Tirreno), porque el tipo dio un concierto verdaderamente divertido, animado, llegando a conquistar al respetable que acabó bailando y cantando los clásicos italianos versioneados por este "italo-pamplonés". Llevaba tiempo queriendo ver a este personaje en directo y, mira tú por donde, lo he ido a ver sin planteármelo. Esto de que al compañero de piso le guste la música se está convirtiendo en un clásico en mi periplo.
Pues, ¡qué siga la racha!