domingo, 9 de septiembre de 2007

ROMA... ¿ME ESPERABAS?

Ya estoy aquí de nuevo, ya he vuelto. ¡Y no creas que esta vez no me costó volver! Como en todo aquello que está regido por el amor, la distancia no ayuda si uno no está convencido de sus sentimientos. Y a mi nuestro juego, nuestro si pero no, nuestro hoy todo y mañana nada, la pasión y la rutina en la misma coctelera, me hacen que te mire con duda, con respeto.
Pero cuando te vistes de luz para que yo te goce, como sólo tú sabes hacer, me quitas de un zarpazo todos mis temores y te ofreces de nuevo a mí, sin límites.
Esta vez va a salir bien, esta vez no nos vamos a quedar con la miel en los labios...

VACACIONES DE VERANO

Este año, por diversas causas que no vienen a cuento, la vacaciones de verano, la panacea del descanso del trabajador, los días para hacer nuestros sueños realidad, las he pasado como muchos otros emigrados, he vuelto a casa. Y volver a casa significa mucho, tanto, todo. Este año he dejado a un lado las islas desiertas, las ciudades del mundo, las playas de moda y me he vuelto a Morente, a la aldea, donde la noche pasa lenta moviendo las fichas del dominó.
Después de todo un año intenando entender qué es el turismo, creo que mi descanso es, sin duda, alejarme y esconderme en lo que es posiblemente todo aquello que se aleja de la frivolidad, de la moda, un sitio tan elemental como complejo, donde el reloj parece tener otra velocidad, donde las horas caen lentamente, dejando tiempo para lo esencial.
Pero como uno no puede bajar de golpe de la gran urbe al microcosmos rural, Córdoba es siempre mi colchón, mi salvavidas. Este año fueron pocos los días en casa, pero lo suficientemente buenos como para pensar que volver, siempre volver, vale la pena. Saber que lo que dejas cuando te vas es incorruptible, y hablo de sentimientos y sensaciones, da fuerza para seguir mirando hacia adelante con optimismo.
Y también hubo tiempo de playita, como no. No existe un verano sin la playa. Pero esto es harina de otro costal...