domingo, 16 de septiembre de 2007

ROMA FLAMENCA

Hoy día 22 un concierto de Manolo Sanlúcar pone fin al Festival de Flamenco de Roma, uno de los mejores de la actualidad a nivel internacional, con un cartel de un nivel tan elevado que es dificil de ver incluso en los principales eventos flamencos de la mismísima España.
Por aquí han pasado, entre otros, Estrella Morente y su imagen de las flamencas de ayer. Se presentó como sacada de otra época para llegar aquí y, con una mezcla de cante puro y cantes más "acoplaos", ganarse el respeto y la admiración del público romano. Que gusto escucharla cuando se gusta, cuando se recrea en los cantes con esos giros de voz tan particulares de los Morente.
Arcángel vino, cantó y convenció. Este concierto era la piedra de toque perfecta para calibrar realmente el interés del flamenco para un público que es ajeno a esta realidad cultural. A base de soleá, alegrias, martinetes, bulerías y, como no, fandagos, con su forma tan personal de entender el cante, caló hondo en el auditorio que, durante casi diez minutos de ovación, dejópatente que el flamenco, nuestra cultura, no tiene límites ni fronteras.
Y pasó también Belén Maya, técnica, mucha técnica y mucho arte fundidos en la misma persona. De casta le viene al galgo. Curiosamente, la parte más contemporánea gustó menos en general. Estos romanos están empezando a pedir pureza, y luego vendrá el tiempo de las innovaciones.
José Menese, maestro siempre, dio un recital de flamenco grande. Tiene la voz nítida y la fuerza necesaria para llenar la sala de notas por soléa, tientos, siguiriyas o guajiras. Esa voz no tiene parangón en el flamenco, eso es de otro planeta.
Y ayer vinieron Miguel Poveda con Joaquín "El Grilo" acompañados por Luis "el zambo" y Moraíto y Chicuelo de Jerez, para reventar del todo el centro cultural más importante de Roma. Sonido de Jerez, mucho Jerez, cantado por un catalán de nacimiento, pero andaluz de adopción. La pureza no está reñida con el éxito. A base de buen cante y buen baile, las más de mil personas que abarrotaban la sala salieron hechizadas con la magia de un espectáculo sencillo cuyo único atrezzo era un reloj sin manillas, un reloj sin horas ni minutos, el reloj que mide los tiempos del Flamenco.
En Roma ya huele a flamenco...