sábado, 3 de mayo de 2008

FIN DE SEMANA... EN CASA

En este último mes las visitas a casa, a Córdoba, se están convirtiendo en la norma de fin semana, y para uno que tenía pensado disfrutar de Roma, un resfriado descomunal ha acabado con mis ganas de disfrutar de momento de la primavera romana.
La verdad es que no se si eso de volver tantas veces seguidas a casa es algo que me aclara o me distorsiona la realidad, mi ritmo vital. Llevaba más de dos años anhelando un fin de semana normal, cotidiano, en casa, de esos que se repetían en el pasado y que ahora son sólo una imagen en mi recuerdo.
Durante mucho tiempo, sobre todos en los días de primavera, he recordado con insistencia como es ese sábado normal en casa en el que, nada más levantarme, encuentro a mi madre en la cocina y le doy los buenos días, aún con la cara hinchada de dormir, y ella me pregunta, como siempre fue, si quiero café y algo para desayunar. Directamente, me voy al salón a sentarme en el sillón y mirar por las ventanas como el sol inunda la ciudad, y como fluyen en mí de repente unas ganas desenfrenadas por bajar y disfrutar hasta el último minuto de luz.
O quizá se levanta mi hermano antes que yo, entra en mi habitación y me dice que me de prisa, que nos esperan para tomar una cañita los amigos del barrio, esos que aunque el tiempo pase, aunque la vida nos haya ofrecido caminos diferentes, están el sábado al mediodía para demostrarte lo gratificante que resulta la normalidad.
Antes de que se haga tarde, volvemos a casa donde nos esperan con la mesa puesta toda la familia. Lo normal es recibir la llamada de atención cuando estamos de camino. Es el problema de las cañitas en primavera, que nunca se sabe exactamente cuánto pueden dar de sí. Comida casera, recetas de mamá, familia...
La tarde, si hay fútbol, empieza pronto. Antes de terminar con el último bocado del almuerzo, ya tenemos algún amigo que viene a buscar el café. Hay que preparar la marcha al estadio. En estos dos últimos viajes el dichoso fútbol me ha despertado sentimientos tan pasionales, tan irracionales, que he decidido que le voy a dar vacaciones. No estoy preparado para sufrir en la distancia por algo que en realidad sólo debería ser un entretenimiento. Es lo que pasa por ser de un equipo "pupas", que las penas casi no dejan ver las alegrías.
Después del partido vuelta a casita y a empezar a organizar algo para la noche. A estas alturas, la noche del sábado no es aquello que fue, pero a los que tanto nos gustó siempre le dejamos una puerta abierta por si nos quiere sorprender...
Y el domingo no existe, es simplemente viaje. En cuanto abro los ojos veo frente a mí la maleta que me espera de nuevo. Ya pasó. Voló. Y volando esa misma tarde me encuentro de nuevo aquí, sentado frente al ordenador escribiendo de algo que no se bien si lo viví, lo pensé o lo soñé. Lo único cierto es que me ha sabido a gloria disfrutar de nuevo de un fin de semana en casa. Sin más.