martes, 8 de diciembre de 2009

EL VIAJE Y LOS AMIGOS


Este artículo se lo quiero dedicar a una de las personas que conocí en la primera etapa romana, y que, sin hacer ruido, sin grandes arrebatos, despacio, con calma, se ha convertido en un amigo de verdad. Esto va dedicado a mi amigo Claudio, ya que después de mucho esperar, he venido a su casa, a Suiza, a Basilea, donde el tiempo parece que marcar las horas de forma diferente, donde el orden y la organizacion son realidad. Suiza no es como los demás sitios que visité. Aquí se respira un aire diferente, de orden, de respeto, de ciudadanía, de educación, que para uno que viene de un lugar como Roma, como Italia en general, es verdaderamente un choque bastante violento. Da la impresión que la educacion en esta zona es otra historia diferente, otra historia que funciona. Claudio, con el que siempre he compartido una pasion desmesurada por la Città eterna, me dice que esto no es para tanto, que la vida aquí es gris, que falta alegría en la gente. Que el sur tiene algo, sobre todo desde el punto de vista humano, que hace que la vida cobre otra dimensión. Creo que para mí, tras una etapa de caos, no vendría mal un poco de vida organizada. No vendría mal una etapa en Suiza...
Estos días, paseando, he pensado tanto en aquellas personas que hace ya varias décadas decidieron dejar su pueblito español, donde el hambre no daba tregua y, maleta en mano, emprendieron el camino al corazón de Europa, a esta tranquila Suiza, donde, a pesar de todo, no me cabe la menor duda que en muchos momentos bañaron estas tierras de recuerdos, anhelos, lágrimas y melancolía, aunque bien es cierto que aquí, muchos de ellos, lograron integrarse y sentirse personas por vez primera en sus vidas. Supongo que en eso tendran algo que ver la gentes de estos lares.
Siempre admiré de Claudio su transparencia y su honestidad, su sinceridad y su autenticidad. Es un privilegio sentirme agraciado con su amistad, y él sabe que cuenta con la mía de manera incondicional.
Gracias Claudio y Miriam por abrirme las puertas de vuestra casa, donde me he sentido como en la mía. Gracias Grande Claudio por las horas de charlas infinitas, gracias Grande Claudio por estar tantos años después ahí.
Eso sí, amigo, te prometo que no pienso desistir y un día conseguiremos tener una jornada de esquí sin incidentes. Nuestra deuda sigue pendiente, amigo.