sábado, 1 de marzo de 2008

RUPTURAS

El otro día, mientras volvía de ver una de las múltiples casas que he visitado en las últimas semanas, dentro del metro línea A de Roma viví como espectador una escena que me gustaría describir. Una parada después de la que yo venía, subío al vagón una pareja joven y se sentaron frente a mí. Ella, rubia, ojos verdes "almendrados", italianísima, él alto, delgado, con traje y abrigo, barba de varios días y naríz "italiana". A mí, que me entretiene observar como se comporta la gente en los medios de trasporte públicos, me quedé observándolos, pues su miradas transmitían inquietud. Esa sensación me era familiar, pues era la inquietud del momento en el que se decide romper con la persona amada, el momento del adios, del "esto no puede ser", del "se acabó", Creo que era él, mucho más apesadumbrado, el que estaba maltrecho, dolido, perdido. En un momento dado, ella sacó un libro que llevaba en su bolso y, sin poder mirarlo a la cara, sin mediar palabra, se lo dio con un movimiento pausado, con la frialdad y la dureza de quien devuelve el último retazo de la vida en pareja. Él, sumido en el aturdimiento, cogió el libro entre sus manos y lo metió lentamente en su maletín de piel. Cerró la cartera y quizá, al mismo tiempo, una etapa de la vida. Y así, la voz metálica del metro anunció la próxima parada, Termini. En un último gesto de cariño, él le cogió la mano suavemente, tocándole la punta de los dedos con sutileza, sin encontrar más que una mano inmóvil, fría. Lentamente, el metro se detuvo y las manos se separaron. Desde la ventana, el chico se giró para ver como ella escondiá su mirada entre la gente. Adíos. Yo bajé también en Termini, lugar de llegada y de partida en Roma.

No hay comentarios: