martes, 31 de julio de 2007

PAOLO CONTE


Desde hace años venía persiguiéndome una ilusión, un sueño: el placer de escuchar en vivo la voz más sugerente de cuantas he escuchado, el gusto de ver esa figura de cabellos y bigote plateados, gesto duro y a la vez amable del gran Paolo Conte. El encuentro tuvo lugar en Ostia Antica, que para mi sueño era un lugar bastante idóneo, es más, quizá fuese, por qué no, el luga soñado. La luces de la noche daban sobras entre los retazos de la historia, entre las piedras, dando un tono casí místico al concierto. Varias generaciones de italianos enagenadas al mismo tiempo con las mismas canciones, los mismos ritmos. Y el teatro romano entregado a su mito que, como gran artista, solo abrío su boca para cantar con la magia que solo tienen los elegidos y presentar a sus compañeros de viaje, su grupo. Nada más, sólo música. Via, via...

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